Calle Honda

Hasta hace muy poco tiempo teníamos parcheadas las calles de la ciudad con esos enormes mamotretos que sostenían las fachadas "protegidas" del modernismo cartagenero.



Estéticamente eran un horror, el espacio que quedaba entre el mamotreto y el solar era aprovechado entre otras cosas para orinar y defecar por seres pocos cívicos, todos ellos de dos paticas.
Generaban suciedad, mal olor y mal aspecto a la calle y encima eran la escusa perfecta para que el fulano del primero o del segundo se quejara de la insalubridad de la zona, achacándola a los animales.
Y animales eran los que la generaban pero no a los que el acusaba.
Pero bueno, esa otra falta de civismo son otros López y los dejaremos para próximas ocasiones.

Hasta aquí lo negativo del asunto, la parte positiva es que en el espacio interior, sobre esa especie de podium en el que se alzaba todo el andamiaje había espacio para colocar los recipientes de agua y comida y aún para dejar disimuladas algunas botellas de agua, que son siempre lo mas pesado de transportar.
Así que en esas andábamos aquella noche.
Nuestro recorrido nos había llevado a calle Honda, Rosa estaba en la parte de dentro, limpiando cacharros y poniendo agua limpia y pienso seco después de calzarse unas bolsas de plástico, que esa es otra, podías pisar cualquier cosa una vez abandonabas la civilización tras el mamotreto.
Serían cerca de las once pq se nos hacía tarde para llegar a Honda,
la noche bien entrada,
invierno aún,
ni un alma en la calle a excepción de alguna meretriz en uno de los balcones de ese lado de la acera.
Rosa dentro y yo fuera.

A lo lejos aparece una figura, enjuta, viniendo desde San Francisco,
porta una gran bolsa de plástico y parece muy nervioso.
Se coloca bajo el mirador de las meretrices y comienza a gritar nombres
Pepa, Luisa, Lola, María
allí no asoma nadie.

Estando en la calle a ciertas horas en el centro hemos visto de todo, pero esa noche se llevó la palma.
Cuando el fulanico me ve, de pie en la acera de enfrente dos portales mas allá viene derecho a mí.
-"Llevo sábanas limpias, ¿te interesan?"
ni que deciros el miedo que me dió mirar a los ojos a un ser que no tiene nada que perder y que está mas allá del bien y del mal.
- "No, no"- le dije lo mas breve y escueta que pude intentando parecer segura de mi misma y deseando que se fuera lo mas lejos posible de mí.
En estas se oye un ruido tras el armatoste.
Era Rosa con los cacharros, pero él no podía saberlo,
vuelve la cabeza un segundo, me mira y me dice:
- ¿Está ocupada?-
-Sí- contesté mas por acto reflejo que por otra cosa pq me estaba poniendo nerviosa el fulano.
Se rió de medio lado con esa boca desdentada, negó con la cabeza y siguió su camino.

Se confundió de lado a lado, nos tomó por un par de prostitutas, a las dos.
A Rosa no llegó ni a verla,
no sé si le hubiera dado un soponcio si sale, un ataque de risa o algo mas peligroso que esa cabeza no estaba en orden.

El caso es que cuando Rosa acabó y salió le conté el asunto y aún a día de hoy nos echamos nuestras buenas risas cuando nos acordamos.
-¿Estás ocupada?- le digo a veces ...

Ana R.
19/08/12

No hay comentarios:

Publicar un comentario