CLARICA.


Clara Rama.
Esta es la historia de Clara y como el conocerla me transformó y me hizo mejor persona.

Clara nació en casa de mi madre, su madre, Blanquica era una gata preciosa, blanca como la nieve y lista como el hambre. Como en casa no había costumbre de esterilizar a los gatos regularmente tenía una camada de gatitos blancos como ella y cariñosos hasta decir basta. Creo que en el par de años que vivió en casa llenamos el barrio, mis amistades, hasta mi trabajo de gatos de cuento.

Yo tenía en casa a Rufo José, mi perro. Para que no estuviera solo una compañera de trabajo me había regalado una gatita siamesa y los dos vivían en casa. Gata y perro adultos.

Yo aún andaba buscándome por los arcenes del camino y conocí a la nueva camada como lo había hecho con el resto, con atención y curiosidad, pero cuando miré a los ojos a Clara nos enamoramos una de la otra.
Aquellas personas que no conocen de los animales o que pasan a pies juntillas junto a ellos no sé si podrán entenderme. Aquellos de vosotros que los miráis a los ojos sabéis a que me refiero.
Cada día pasaba mas tiempo en casa de mis padres deseando que llegara el momento de poder traerla a casa conmigo.

Cada día estaba mas grande, y mas bonita, y mas bicho y yo me deleitaba en su simple contemplación.
Llegó el momento y se mudó con nosotros,
Rufo no tuvo problema alguno, pero Luna lo llevó fatal, creo que fueron celos de hermana mayor. Ella era la reinona de la casa y creo que notó que Clara sería para mí siempre la primera.
Eso no quiere decir que les desatendiera ni mucho menos, ni que dejara de jugar con el resto o atenderles, quiero decir que todos los dedos de una mano son iguales, pero no todos duelen los mismo.

Clara se hizo una gata preciosa, imponente, comencé a sacarla a pasear con Rufo, le compré hasta una correa, pero la idea no le hacía mucha gracia y como se apoyaba en mi hombro cual criatura comencé a sacarla así.
Al cabo de seis meses justos su madre tuvo la última camada y de todos los gatitos se quedó una hembra blanca, como no, medio sorda y bizca y pensé que Rufo y Luna eran muy mayores para jugar con Clara y que una hermana le vendría estupendo. Eso lo pensé cuando vi que no sería posible encontrarle casa pq era sorda y bizca claro.
Así que Lola se vino a casa. Todo lo que Clara tenía de cariñosa Lola lo tenía de independiente,
pero cada uno es como es y se le acepta y se le quiere.

Pasé de sacar a una gata blanca a sacar a las dos en brazos.
De aquel tiempo y aquellos paseos recuerdo muchas cosas.
Con una sonrisa en los labios el peso de mis mozas que parecían machos de grandes que se pusieron y las dos apoyadas en mi hombro.
Todas las sonrisas no son amables pq me viene una agridulce recordando la de niños sobre todo en la calle Mayor que se volvían como si estuvieran viendo extraterrestres:

-Mamá¡, gatos¡

Cuantas manicas inocentes no habrán acariciado a lo largo de varios años a Clara y a Lola por las calles del centro de Cartagena¡¡¡

El tenerlas tan cerca me hizo conocer el mundo de los gatos y al poco tiempo comencé a funcionar como casa de acogida y a ocuparme de los gatos de la calle.
Dejé de sacarlas a diario pq entre el trabajo, los estudios y los gatos no daba para paseos educativos.
La última vez que las saqué a las dos juntas en brazos fue para llevarlas a la vete de Salitre y volvieron un poco nerviosas.
,
Clara me ha acompañado durante siete años.
Este verano no, el pasado, una noche volviendo de hacer la ronda diaria de atención a las colonias (léase, la calle), Clara estaba en el portal de casa.
No tenía una mancha de sangre, ni un hálito de vida.
Debió caerse nada mas salir a hacer la ronda.
Aún se me pone un nudo en la garganta y un puño en la boca del estómago cuando recuerdo aquella noche.
Creo, y que Dios si existe me perdone, que hubiera cambiado su vida por cualquier otra.

La enterramos con ayuda de Rosa y Paco en un lugar muy cercano a mí, en mi Sierra.

Su hermana ha tomado su sitio de alguna manera. Ahora es ella la que guarda mi sueño y se tiende junto a mí cuando me siente mal física o emocionalmente.
Les falta hablar.

Solo puedo agradecer a la vida el haberme permitido compartir un tiempo con ella.
Se que sonará de locos para los que no conocen a los animales, pero también se que otros muchos me entenderéis.

Clara era mi hermana, como lo son las que me dio mi madre y otras que he ido encontrando a lo largo del camino.
Y desde entonces vive en mí y me ayuda a seguir ayudando a otros animales que no tuvieron su suerte.

Ana Rama.




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